ACTO NOVENO
La incongruencia de la fealdad entre tu
yo y lo interior de mi me llevó a montarte en espíritus y salvarme de la espesa
capa celestial hecha de carne. Ese
recuerdo de hormiga, es tan pesado que mis miembros simularon fortaleza; aunque
fui vidrio normalizado. Pero la memorización histérica zafo la tonelada manchada
que cargo; la vida prevista y maternal (esculpido tótem) todavía no nace. La
figura de mi muerte me seduce, me llama y me coge, absorbiendo lo mejor que
tengo y espero me rescates del súper yo. Sigo la idealización tuya que ignoras
y es tanto el asco que tengo que no se que hacer, si sacar un crédito o
masturbarme. Una habitación llena de hielo, un
derrumbe, se asemeja todo con la insuficiencia de nuestros días; aquellos
sortilegios tan encantadores (ambos sexos) que penetramos. Yo preñarte de
innumerables castigos sagrados, como un juez que condena, como esfinge develada
en tu vientre y vos asesinando la realidad, llorando por la fornicación de
bisturíes y tijeras en manos de hechiceras clandestinas. Mira a tu alrededor y
veras los fantasmas de tu antojo.
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