miércoles, 4 de junio de 2014

            ACTO NOVENO
         

La incongruencia de la fealdad entre tu yo y lo interior de mi me llevó a montarte en espíritus y salvarme de la espesa capa celestial hecha de carne.  Ese recuerdo de hormiga, es tan pesado que mis miembros simularon fortaleza; aunque fui vidrio normalizado. Pero la memorización histérica zafo la tonelada manchada que cargo; la vida prevista y maternal (esculpido tótem) todavía no nace. La figura de mi muerte me seduce, me llama y me coge, absorbiendo lo mejor que tengo y espero me rescates del súper yo. Sigo la idealización tuya que ignoras y es tanto el asco que tengo que no se que hacer, si sacar un crédito o masturbarme.         Una habitación llena de hielo, un derrumbe, se asemeja todo con la insuficiencia de nuestros días; aquellos sortilegios tan encantadores (ambos sexos) que penetramos. Yo preñarte de innumerables castigos sagrados, como un juez que condena, como esfinge develada en tu vientre y vos asesinando la realidad, llorando por la fornicación de bisturíes y tijeras en manos de hechiceras clandestinas. Mira a tu alrededor y veras los fantasmas de tu antojo.          

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